"El ruletista", del rumano Mircea
Cărtărescu (1956-), uno de los escritores más valorados de su generación (su
nombre empieza a sonar para el Premio Nobel), es un relato espléndido,
magníficamente traducido por Marian Ochoa y bellamente editado por una de las
editoriales independientes más brillantes aparecidas en los últimos años,
Impedimenta.
Entre los múltiples temas que lo componen,
destaca el de la violencia. La experiencia del narrador, su introducción en el
círculo de los espectadores de ese juego macabro en el que se mueve el
ruletista, me ha hecho recordar un personaje de una película igualmente turbia,
"El liquidador" (1991), del cineasta canadiense Atom Egoyan. Una de
las protagonistas del largometraje, que trabaja como censora cinematográfica,
se lleva a casa los fragmentos descartados, por excesivamente violentos, de las
películas que revisa, y allí, en la intimidad de su salón, los contempla,
fascinada, por las noches, a solas.
Pese a que "El ruletista" y "El
liquidador" son obras ambientadas en el siglo XX, la capacidad del horror
y de la violencia para fascinar la mirada cuenta con una larga tradición en la
narrativa occidental, que incluso se remonta a sus orígenes. Pensemos, por
ejemplo, en el hiperrealismo descriptivo de los episodios más cruentos relatados
por Homero en "La Ilíada" y en el efecto que producen en nosotros, o,
en otro plano, en aquella anécdota inolvidable narrada por Agustín de Hipona en
sus "Confesiones", cuando uno de sus discípulos acude a una pelea de
gladiadores y, pese a sus protestas iniciales, el sangriento espectáculo lo
fascina por completo, para espanto de su maestro.
No obstante, lo que diferencia a Cărtărescu de
estos y otros muchos ejemplos de ayer y de hoy es la idea de que el arte está
al servicio de la hipocresía de la sociedad, esa misma sociedad que, por un
lado, premia al narrador con palabras grandilocuentes y, por otro, asiste
maravillada al macabro juego de la ruleta. El tema está magníficamente
hilvanado a lo largo de la narración. Menos lograda esté quizá esa especie de
"mise en abyme" del narrador que finge no escribir para nadie, no
hacer -por una vez- literatura y convertirse tan sólo en testigo fehaciente de
la realidad. Pese a todo, las dosis de ironía que, en el fondo, transmite esa
estrategia, su crítica de la idea de que es posible escribir sin hacer
literatura o de que el acto de la lectura puede permitirse el privilegio de la
ingenuidad son elementos que nos hacen comprender hasta qué punto la apuesta
de Cărtărescu está meditada a fondo.
En resumen, "El ruletista" es una
obra que demuestra no sólo un gran oficio narrativo por parte de su autor, sino
también una enorme capacidad para insuflar nueva vida en viejos temas,
construyendo un mecanismo perfecto que pondrá el corazón en un puño a cuantos
se acerquen a él.
2 comentaris:
Jo també l'he llegit amb plaer. La veu del narrador m'ha resultat a mi també una mica estranya, tot i que no diria que m'haja desagradat. La reflexió sobre violència moral i societat és, sens dubte, ben potent. La idea de la morbositat convertida en espectacle, en fenomen col·lectiu (per als assistents) i en escenificació d'una espècie de necessitat fàustica (pel que fa al personatge) apareix plasmada amb molta força. Potser el que més m'ha agradat és la manera com va racionant la tensió, aquest crescendo amb una apoteosi que, tot i haver estat anunciada, no deixa de sorprendre. Cada bala que introdueix en el revòlver augmenta l'angúnia del lector, que no sap com s'ho traurà dels dits l'autor. El text està admirablement ben construït, es nota que es tracta d'un escriptor de raça, no d'un aficionat pretensiós. Una altra cosa que m'ha agradat és la fabulació a l'entorn d'uns ambients subterranis sòrdids, fets de personatges insensatament enganxats a la fascinació brutal per l'adrenalina de tota aquesta situació. Tot plegat té un element mig al·lucinogen, mig brutal, que queda descrit amb unes tonalitats notòries de cinema negre, o de terror, no ho sé. M'agradaria tenir el talent d'escriure relats amb una personalitat tan forta com aquesta, que no sembla ser epigonal de res ni de ningú en concret, sinó d'una originalitat orgullosa. Sí, molt bona lectura.
Ningú no diu res.
Publica un comentari a l'entrada